HACETE PRE?AR

Por Eleonor Faur


Preso de su clase o del hábito empresarial, Pescarmona no habla de datos sino de estigmas para generalizar y tergiversar las motivaciones de las madres adolescentes. No es el primero que dijo que “las chicas de 14 años se hacen preñar para que les den unos mangos”, pero quizás fue el más impúdico, sostiene Eleonor Faur. Los dichos de uno de los 40 más ricos de la Argentina, quien puede gastar los 1.103 pesos de la asignación por embarazo en un almuerzo cualquiera, constituyen la foto de la desigualdad económica, social, cultural y de género. Pero lo peor es que las estadísticas oficiales desmienten su tesis: desde que se implementó la AUH por embarazo, el número de adolescentes madres no creció.

Enrique Pescarmona desconfía de los planes sociales. Le parecen inútiles, “retrógrados”, asistencialistas. Quiere señalarlo y que se sepa, y encuentra en el último encuentro de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) el escenario adecuado para hacerlo, donde hablaría. Pescarmona es famoso por irreverente, “un gruñón exitoso”, tituló algún diario del ámbito económico en 2013. Pescarmona arremete: “Las chicas de 14 años quedan preñadas para cobrar unos mangos”. No es la primera vez que escucho semejante aseveración. No creo que sea la última. Los prejuicios sobre las adolescentes siempre están a la orden del día. Y si se suman la maternidad y la pobreza, ni qué hablar.

A pesar de que es un estigma muy extendido, el hecho de que la frase haya salido de boca de Pescarmona me resulta casi obsceno. Pescarmona es dueño de IMPSA, una industria metalúrgica considerada por la revista AméricaEconomía como la séptima empresa más grande de Latinoamérica, mantiene operaciones importantes en Brasil y en Colombia. Pescarmona es hombre y es blanco. Además es millonario. Su fortuna se calcula en trescientos veinte millones de dólares y hace parte de los ránkings de la Revista Forbes, que lo calificó una de las cuarenta personas más ricas de la Argentina. Poderoso por donde lo mires escoge su bala de plata en el otro extremo de la escala social y económica: las adolescentes pobres.

Supongamos que el empresario actuó de buena fe y, preocupado por el embarazo temprano, intentó razonar como considera que podría hacerlo una chica de catorce años que queda embarazada. Mirado desde el sillón de un CEO, acostumbrado a manejar negocios globales, desarrollar cálculos de inversión, analizar las condiciones financieras y las tasas de interés, evaluar los asuntos fiscales y no descuidar el lobby en el terreno político, es probable que la sexualidad también requiera ingresar en algún tipo de cálculo racional. Su mundo es el de las reuniones de directorio, las cenas empresariales y los contactos con los gobiernos de turno. Es el mundo de la estrategia. Y el sexo puede ingresar en este universo, por ejemplo, cuando un polvo se transforma en una descarga para disminuir el estrés del día, o en la afirmación de la virilidad, o cuando su finalidad es la formación de una familia que se congelará en el portarretratos de un ancho escritorio. Pero si se piensa en una chica pobre, las razones imaginadas serán siempre diferentes. Las jóvenes serán vistas como personas dispuestas a atravesar un embarazo y a parir con tal de recibir los mil ciento tres pesos mensuales que ofrece la Asignación Universal por Embarazo.




Preso de su clase o del hábito empresarial, Pescarmona parece intuir una operación pragmática allí donde no la hay. Los prejuicios funcionan así. Velan las evidencias, generalizan, tergiversan las motivaciones, y construyen la realidad, a partir de afirmaciones indiferentes frente a la confirmación empírica. Las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud desmienten lo que podríamos llamar “la hipótesis Pescarmona”. Desde que comenzó a implementarse la AUH la maternidad adolescente no aumentó. Pero el empresario (y buena parte de los que suscriben a esa opinión) no hablan de datos sino de estigmas. En 2009, de los 745.336 nacidos vivos, 3.346 tuvieron una madre de hasta 15 años. En 2014, los niños nacidos vivos fueron 777.012 y los de madres niñas, 3007. Tampoco creció la maternidad entre aquellas de 15 y 19 años: 113.945 en 2014 y 113.478 en 2009.

Hace años que las ciencias sociales se ocupan de esta cuestión. En Argentina, las investigaciones de Georgina Binstock y Mónica Gogna revelaron una realidad ajena a todo cálculo: el 70% de las adolescentes que son madres no buscó su embarazo. Entonces, ¿por qué llega? Básicamente, por accidente, por el uso incorrecto de los anticonceptivos, o por imprevisibilidad: justo aquel día no los utilizaron. Pero hay un 20% de chicas que simplemente no consideró que podían quedar embarazadas. Podrá parecer extraño, pero si consideramos que se trata de chicas que están apenas iniciando su vida sexual y que no siempre cuentan con la información, la educación sexual y el diálogo propicio para incorporar ciertos hábitos, no lo es. Y en las menores de 14 años, las razones del embarazo suelen ser más preocupantes: en este segmento se ubican mayoritariamente las chicas cuya maternidad proviene de un abuso sexual. En estos casos, el estigma se potencia cuando se disfrazan sus motivaciones. El abuso parece amparado de manera indirecta por profesionales de la medicina y del sistema judicial que dificultan la interrupción de estos embarazos, que es a pesar de ser legal, supone un camino que abunda en barreras de todo tipo. Así, parecen chicas a las que se viola tres veces. La primera, cuando se abusa de sus cuerpos. La segunda, cuando se les niega el acceso al aborto y la tercera, cuando se las denigra simbólicamente: “se preñan por unos mangos”.

El embarazo en adolescentes es un tema que preocupa por distintas razones a un gran número de personas. Hace pocas semanas, visité escuelas en La Matanza y Del Viso para investigar de qué manera estaba llegando (o no) la educación sexual integral. En la Escuela Secundaria Nº 123 de La Matanza, una docente me comentaba: “Ahora sonó el timbre y se acercaron dos nenas, dos adolescentes y me dicen: ¿Con qué me puedo cuidar porque yo ya empecé a tener relaciones?  Y me preguntan por el implante o “chip”; me decían que tenían mucho miedo porque lo mismo pueden quedar embarazadas. Y bueno, esas cosas que te agarran de sorpresa y te preguntan y no cualquiera te va a preguntar esas cosas y nosotras como preceptoras lo vivimos siempre.” Falta mucho, muchísimo por hacer, pero encontramos que las docentes y preceptoras que se vuelven referentes de la ESI en la escuela construyen una relación de confianza que habilita a los y las adolescentes a acercarse a ellas frente a cualquier duda. Y en el terreno de la sexualidad siempre hay más dudas que certezas.

El embarazo preocupa también a muchos padres y madres de adolescentes, que atraviesan sus propias dificultades para conversar de sexualidad con sus hijas e hijos y ofrecerles información o acompañarlxs a una consulta ginecológica. Preocupa a algunos agentes de salud, aunque no siempre (o no todos) disponen de los conocimientos necesarios para atender de forma adecuada a lxs adolescentes. Resulta el leitmotiv de cientos de personas involucradas con las políticas de educación sexual integral y de salud sexual y reproductiva, en organizaciones de la sociedad civil o en los organismos de Naciones Unidas, como el UNFPA, UNICEF y la OPS. Todos saben que falta mucho, muchísimo por hacer, pero no apuntan contra la AUH, ni la consideran una puerta para resolver la maternidad temprana.

Pero todxs saben, también, que si vamos a asociar los embarazos adolescentes con las políticas públicas, convendría dejar en paz a la AUH e incrementar los presupuestos y alcances de los programas de salud sexual y reproductiva y de educación sexual integral, diezmados durante el 2016.

Pescarmona no fue el primero en emitir su tesis y dudo que sea el último. Pero quizás fue el más impúdico. Visto desde quien puede gastar esa cifra en un almuerzo cualquiera, mil ciento tres pesos no son más que “unos mangos”, aun cuando se trate del 14% del valor del salario mínimo vital y móvil de la Argentina. Pero Pescarmona es una de las cuarenta personas más ricas del país. En la pirámide de privilegios se ubica en el vértice al que no accede ni siquiera el 1% de la población. Su frase constituye la foto de la desigualdad en la Argentina. Desigualdad económica, social, cultural y de género. La imagen de Goliat denigrando a David. En el supuesto caso que exista una joven cuya pobreza sea tan crítica y su situación tan desesperante para “optar” por recurrir a una asignación mensual a cambio de parir y criar, ninguno de los que vivimos dignamente tenemos derecho a juzgar. Mucho menos Pescarmona. Y es allí donde radica la obscenidad de su declaración.


Fuente: Revista Anfibia

Actualidad - 12:51 03/12/2016